DESCUBRÍ QUE PODÍA VOLAR
y quería que lo supieras.
Primero que todo, te aclaro que yo no soy coach, ni psicóloga, ni mucho menos médico. No soy ninguna gurú, ni nada que se le parezca. Soy una mujer, con experiencias de dolor físico y emocional, que tomó (y sigue tomando) decisiones y busca hacia adentro su propio bienestar, su felicidad, y su amor. Me he equivocado, he asumido, he aprendido, y todos los días me paro frente al espejo, y precisamente sobre esto último es de lo que voy a hablarte.
Desde hace aproximadamente unos 7 años, venía experimentando dolores en mi cuerpo intensos. Muy intensos. Fatiga inexplicable. Depresión. Apatía. Dolor y más dolor, en los pies, en las piernas, en las caderas, en las manos, en la espalda, no había algo que no me doliera. Ese estado lo agravaba el echo de que no contaba con el apoyo de quien entonces fuese mi esposo, quien sólo me decía que “eso” estaba en mi mente. Hubo momentos en los que me hizo creer que todo me lo “inventaba”.
Obviamente, ahora, que ha pasado ya varios años, y con ellos, mucha terapia, ahora sé que él no estaba tan equivocado. Y aunque no lo justifico, reconozco que fue un maestro que me puso en frente de un espejo, para que me diera cuenta de: lo poco que yo misma me quería, lo fuerte que soy, lo capaz y valiente que soy, que el daño me lo estaba haciendo yo misma, y que le estaba pidiendo algo que el no estaba en la capacidad de dar: amor incondicional.
Lo peor que me pudo pasar fue que un médico le diera nombre a “mis dolores”: “Fibromialgia”. Le había puesto una etiqueta, y eso lo hacía más real. Porque lo primero que hace una persona cuando lo diagnostican es ir a google a buscar más “información”. Pongo entre comillas todo lo que ahora sé que es un error, pero que en aquel momento no lo sabía. No lo sabía de verdad.
Es que a veces sabemos cosas, pero no las sabemos de verdad.
Entonces tu atención, tu lente, tu objetivo, se enfoca en esa palabrita, en esa etiqueta, ese nombre que alguien le dio a esas manifestaciones, llamadas síntomas.
Ahora iré al punto principal, aunque me gustaría contarte como llegue hasta este punto. El punto es el día que comencé un reto de 21 días llamado El Poder del Espejo de Louise Hay, bajo la guía de @kosmika_astral, aunque en realidad el punto llego días después.
Confieso que al principio me aburría tener que hacer tareas, y el compromiso de estar en un grupo, pero eso hizo que le pusiera seriedad al asunto. Cada día seguía las instrucciones, hasta que llegó ese día, el día del punto. Del punto y final, del punto y seguido. El día en que mi vida hizo un punto y aparte. Fue el día 15: Perdónate a ti mismo y a quienes te han herido.
Me pare frente al espejo y mirándome, tenía que decir lo siguiente: Me hiciste mucho daño, pensé que nunca lo superaría, sin embargo, no estoy dispuesta a seguir anclada en el pasado, estoy dispuesta a perdonarte… Te perdono, te dejo libre, eres libre, soy libre.
Yo solo pude decir “me hiciste mucho daño”. No podía continuar. Me negaba a hacerlo. Pensaba cosas como estas: “yo no tengo nada que perdonar, ya yo perdoné todo, y ya pedí perdón, yo no le he hecho nada a nadie…” y así pasaron 3 días, sin poder realizar ese trabajo. Aunque seguía adelantado las tareas de los otros días, debí repetir este, aunque me siguiera resistiendo. Me parecía inútil, y hasta ofensivo que me obligara a pedir perdón.
Entonces a las 3 am, del tercer día, me desperté como si hubiese sonado una alarma, como si me hubiese acordado de repente que dejé la hornilla prendida, me desperté de golpe, porque fue de golpe que mi mente de repente se había sacudido el polvo y me dejaba entender. En ese momento lo entendí. Me pare y me fui al baño, me miré en el espejo, y me vi a los ojos, me di cuenta que debía perdonarme a mí misma, por lo que me había hecho a mi misma, y por lo que había permitido que otros me hicieran a mi. Era eso. Por fin lo vi. Entonces comencé a llorar como una niña pequeña. Me repetí mil veces que me perdonaba, que me amaba, que todo estaba bien. Lloré con un llanto desgarrador, como lloran los niños. Lloré no sé por cuanto tiempo. Hasta que me fui a la cama de nuevo. Cuando volví a despertar, ya era de día, y yo, ya no era la misma.
A partir de ese momento, seguí al pie de la letra el reto, pero repetí el trabajo del día 15 por mucho tiempo, hasta que ya no me saliera una lagrima más. De echo aún lo hago, pero a mi manera. Ahora personalicé las afirmaciones y las hago con un toquecito diferente. Lo importante es que los 21 días sirvieron para generar el hábito y sin duda, para sacudir el polvo de mi mente.
A partir de esos 21 días, he tenido varias noches en las que me despierto de repente a la misma hora y con esa misma sensación, dándome cuenta o entendiendo el funcionamiento de la mente y de cuán poderoso es el trabajo en el espejo.
Ahora viene lo mejor.
Cuando pasaron los 21 días, y unos días más, fui a buscar mi arsenal de pastillas para los dolores, porque iba a tener una sesión fotográfica, y lo habitual era que después de una sesión yo quedara prácticamente inmóvil del dolor por unos dos días, así que, para mi sorpresa, encontré las últimas que había comprado. Recordé que las había comprado hacía mas de 1 mes. Estaban selladas. No las había abierto. Tomando en cuenta que las tomaba casi a diario, esto era algo sorprendente. Aunque mi corazón latía, me lo tome con calma, no le dije nada a nadie, aun dudaba, tenia que esperar para gritárselo al mundo. Pero sin duda alguna, aquí había pasado algo. No sentía dolor. Pero tenía que esperar la prueba de fuego: una sesión fotográfica.
Llegó el día de la sesión.
Termino la sesión.
Llegue a casa. Me bañe. Me senté, bajé las fotos, las separé. Me fui a dormir. Olvide tomarme las pastillas, mañana no me voy a poder mover, pensé. Dormí, amanecí, me levanté, ordené, limpié lo de las gatas, hice todo… me senté a trabajar en las fotos…. Olvidé las pastillas, nada me dolía. Esta fue la primera prueba.
Prueba número dos: el abrazo mortal de mi sobrino. Mi sobrino menor cada vez que puede me da un abrazo por la espalda, con fuerza, inmediatamente le meto un puño y lo regaño: “sabes que no soporto el dolor” (porque me dolía ser abrazada). Llegó el abrazo, y su carita de sorpresa: ¡te curaste! No hubo puño ni regaño.
Prueba número tres: la mano que sostiene el plato pesado. No recordaba la ultima vez que yo había sostenido un plato grande solo con mi mano, ya que el dolor hacía que lo soltara. Pero llego ese día, y aunque nadie se dio cuenta, yo si. La felicidad fue indescriptible.
Ahora sé, que no me curé. Porque nunca estuve enferma. Liberé el dolor y al mismo tiempo, generé una nueva creencia. Mi mente la había recibido, y la creó, la hizo realidad. ¿Cómo? Enviando nuevos mensajes a mi cuerpo. Sustituyó el mensaje creador de síntomas, por un mensaje creador de bienestar y salud.
Para ese momento yo creía que la emoción antecedía al pensamiento, a la creencia. Pero luego, en una de esas despertadas abruptas a las 3 am, me di cuenta de que no es así. Posteriormente una amiga psicóloga me lo confirmó y me lo explicó. Primero se crea el pensamiento, la creencia, basada en una percepción personal, y luego esa creencia produce una emoción. Luego la emoción, produce (o no) una condición o enfermedad. Por eso a cada enfermedad se le asocia una emoción, y existe una afirmación para cada una.
Pero si desde un principio entendemos que la enfermedad como tal no existe, que lo que existe son los síntomas, y que, así como la mente los crea, también puede crear lo inverso, entonces, nos ahorraríamos un montón de tiempo: y dinero.
Pero no es tan sencillo, porque parte del proceso es entender que también es necesario vivirlo, sentirlo, abrazarlo. Aceptar que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio y único proceso.
Al principio yo quería que todas las personas que amo, lo entendieran, obligarlos a entenderlo, a hacerlo, a vivirlo, pero esto solo me generó frustración, entonces entendí que aceptar también es parte de sanar.
Como yo he estado en el dolor, sé muy bien que si yo le digo a alguien que cree tener una enfermedad como la fibromialgia, que su dolor no existe, que está en su mente, lo único que voy a lograr es que me quiera agarrar a golpes y me odie…. Como me pasaba a mí cuando mi ex esposo me decía eso mismo. Porque lo cierto, es que su dolor SI EXISTE, porque lo CREÓ su mente. Y lo que la mente CREA, existe.
Lo que sí puedo decirte, es que si la mente está creando esa serie de síntomas, como el dolor y la fatiga crónica, es porque el está haciendo lo que TU LE MANDAS A HACER CON TU CREENCIA. Y que esa creencia que tú tienes está conectada a una emoción. Si descubres y gestionas esa emoción, automáticamente vas a construir una nueva creencia. Y una vez que esa nueva creencia se asiente en tu mente, ella la va a hacer realidad. ¿Cómo? Bueno, no es por arte de magia. Tu mente le va a transmitir a tu cuerpo, a tus órganos, a tu piel, a tus músculos, a tus células, nuevas ordenes, la orden del día es: NOS SENTIMOS BIEN.
Lo veo como que si nuestra mente fuese una computadora, y al lado tiene su impresora. Tú le envías el documento, y ella lo manda a imprimir. Ella imprime lo que tú le mandaste a imprimir. Ella no decide qué va a imprimir. Eso lo decides tú. Tu mente va a crear lo que tú decidas CREER.
¿Pero qué es CREER? Es no tener dudas. Estar absolutamente convencido de algo. Sentirlo aunque aún no sea palpable. Existen técnicas para lograrlo. El trabajo en el espejo es una de ellas. La gratitud es otra, y para mí, la más bonita. Porque estar en estado de gratitud te conecta además con la divinidad. Pero si no quieres meter a la divinidad en esto, el trabajo del espejo es perfecto.
Al final, me doy cuenta de que se trata de técnicas estratégicas para conocer tu mente, hacerla tu amiga, tu aliada.
Tomando en cuenta que tenemos una cantidad de creencias imposible de enumerar, ni de identificar, trabajar diferentes aspectos de nuestra vida será lo mejor, por eso en el trabajo con el espejo, pasas por el amor, el perdón, el niño, el pasado, hasta el merecimiento, y otros aspectos más, y seguramente llegarás a ese que te mueva más que otros, como me pasó a mí.
Sin necesidad de buscar el origen ni los responsables, porque las creencias que nos inyectaron nuestros padres, a ellos se las pasaron sus abuelos, y así, de generación en generación, y de nada nos sirve culpar o responsabilizar, a nadie, porque cada quien hizo lo que creyó que era lo adecuado o lo mejor, o sencillamente, lo único que podía hacer, pero lo que si podemos hacer, es honrar, agradecer, soltar, liberar y cambiar los patrones, por nuestro bien, y por el bien de las generaciones futuras.
Por ejemplo, estoy segura que tú también creciste escuchando que para ser exitoso y próspero en la vida hay que luchar, esforzarse, sacrificarse… ¡echarle bolas! ¡Partirse el lomo!, y cosas por el estilo…. La realidad sería muy diferente si hubiésemos crecido creyendo que “el dinero viene fácil y rápido”. Pero lo podemos creer ahora.
Retomando el punto donde la mente comienza a crear salud. Una vez que “convenciste a tu mente” de tu nueva creencia, ella comienza a crearla. Entonces, comienzas a sentirte bien, ya no hay dolor. ¿Y que pasa cuándo te sientes así? que comienzas a tomar decisiones diferentes, basadas en tu nuevo estado de bienestar: te provoca hacer ejercicios, hacer cosas nuevas, comer saludable. Si te sientes bien, piensas bien, haces bien. La energía comienza a cambiar, y ahora comienzas a atraer esa misma energía. Lo mismo que pasaba cuando te sentías mal: atraías mas malestar.
Todo comienza con una palabra, luego un pensamiento…. Y así hacia adentro. Por eso es tan cierto lo que dicen que cuides lo que dices. Por ejemplo: si le dices a tu carro, “el carro de mierda que siempre se jode… si no es una cosa es la otra… la lavadora se va a joder como siempre…. El horno de mierda…. Y así sucesivamente…. Esos objetos, que también son energía, se convierten en tu energía…. La energía de la palabra “mierda” …. ¿Cuál será?… pues una energía de mierda, ¡porque mierda es mierda!
Si al contrario, expresas amor y gratitud por todo lo que tienes y te rodea, esa percepción se convierte en creencia…¿Y recuerdas que la mente crea tu creencia? Pues va a crear y a atraer más amor y cosas por las que estar más y más agradecida. Es la formula. No hay otra.
¿Te parece complicado? Yo antes no lo entendía. Y te repito, no soy psicóloga, ni coach, ni gurú ni nada de eso. Lo único que sé, es que yo hice algo, y ese algo tuvo un efecto determinante en mi vida. Yo tenía algo que llaman “fibromialgia”, y descubrí que eso no existe. Y a través de ese descubrimiento, descubrí muchas otras cosas mas que me están haciendo volar. Descubrí que podía volar y quería que lo supieras.
Estoy pensando en hacer un encuentro en vivo, cosa que me pone los pelos de punta porque nunca he hecho algo así y soy bastante reservada e introvertida, pero creo que es un reto al que debo enfrentarme como parte de mi propósito de vida, además siento que podría ayudar a muchas personas. Si tan solo una persona se viera beneficiada con lo que tengo que compartir, para mí será misión cumplida.
Quiero contarte mas sobre esto, mostrarte y enseñarte cómo ahora estoy haciendo el trabajo del espejo de una manera personalizada, y que tu también pases la información a tu gente. Si te interesa, envíame un mensaje. Si hay suficientes personas interesadas, entonces me armo de valor, y lo hago.
P.D: Por cierto, cuando busqué la posible causa emocional de la fibromialgia (dolor crónico y contínuo), esto fue lo que descubrí: “Nostalgia de amor, Nostalgia de ser abrazado”. Por fin todo tenía sentido. Finalmente lo entendía. Ahora entiendo por qué me dolía ser abrazada, ¡y entiendo por qué ahora soy una total y absoluta abrazadora!
¡Te mando un abrazote!
Nela.